viernes, 23 de marzo de 2012

"Sin güelta"

 No hay fuerza pa’ contener al progreso que atropella,
pa’ abrir una nueva güelta sobre la hueya de ayer.
El hombre sigue a mi ver un camino equivocao,
el invento lo ha arruinao, pues la máquina ande quiera
deja mucha gente afuera del puesto que hubo ocupao.

Aura la humilde gauchita que fué siempre linda y pura,
muestra al usar la pintura su afán de ser más bonita.
No sabe la pobrecita que así mata su frescor,
que no aumenta su valor el color artificial,
y que por ser natural es más perfecta una flor.

La música que dejaron los maestros que ya se fueron,
cuando los nuevos quisieron arreglarla, la estropearon.
Y tanto la disfrazaron, que un gato es una ranchera,
un tango, una chacarera, se hace un vals del pericón,
y hasta en el rancho ‘e terrón bailan música extranjera.

Más de un criollo aura es linyera, y trepando a los vagones
recorre las poblaciones de un modo que desespera.
Pide en forma lastimera las sobras para comer,
y no quiere comprender que pa’ él eso es ofenza,
que "lo último es la vergüenza que el hombre debe perder”

Sepa el que quiera escuchar la verdad que el verso encierra:
nuestra patria tiene tierra de sobra pa’ trabajar,
que el que busque puede hallar un rincón pa’ hacer su nido;
antes de andar afligido no olvide que el buen varón
sin rumbo, sin dirección, cae muerto antes que vencido.

Ya que el pobre en la ciudad vive como encandilao
por la miseria maniao, sin plata ni voluntad,
haga su felicidad en el lejano rincón,
ande no hay tanta ambición que a las bondades rebaja,
y ande gana el que trabaja tranquilidad y mantención.
Letra: Evaristo Barrios

"EL MÁTE"

Es el mate el compañero
Que nos presta gran servicio,
Aunque diga que es un vicio
Más de un dotor extranjero.
Si lo prueba, es el primero
Que ha de quedarse prendao,
Y cuando se ha acostumbrao
Por las bondades que encierra,
Queda el gringo en nuestra tierra
Para siempre aquerenciao.

La novia, la gaucha linda
Que en un beso dio un: “Te quiero”
Y al gaucho dijo: “Te espero”
Sonriendo su boca ´e guinda.
Hizo que el hombre se rinda
Por su belleza, admirao,
Después que ella le ha brindao
Una promesa de amor,
Encerrada en el primor
De un cimarrón bien cebao.

El gringo, que a trabajar
Llega de tierra extranjera,
Y se acomoda ande quiera
Pa´ levantar un hogar,
Y que sabe respetar
La patria ande hace su nido,
Se hizo gaucho cuando vido
El mate tan delicioso,
Y de avariento y goloso
Inventó el mate cocido.

No le bastó el cimarrón
Pa´ poderlo saborear,
Lo hizo caldo, pa´ tomar
El mate con cucharón,
Y pa´ quedar barrigón
Bien satisfecho y pesao,
Con sopas de pan cortao
Se alimentó en las mañanas...
¡Pa´ mí que quedó con ganas
de echarle queso rayao!

Al cortar la trilladora
El rum-rum de la polea,
Y suspender su tarea
La gente trabajadora,
Pa´ descansar, porque es hora
De darle al cuerpo frescor,
Pa´ aliviarlo del rigor
Con que el trabajo lo abate,
El hombre encuentra en el mate
Su compañero mejor.

Y cuando de madrugada
El sol da su luz al cielo,
Y muestra el verde del suelo
Como una alfombra estirada,
Y colora la enramada
El resplandor del fogón,
El criollo, guapo varón
Que pocos han de igualar,
Halla su mejor manjar
En el rico cimarrón.

Lo mismo que en el ranchito,
En la mansión del magnate,
Es rey y señor el mate
Nuestro brebaje exquisito.
Decir más no necesito
En esta ponderación,
Pues quien le tiene afición
Comprende que yo no miento,
Pues hasta el abatimiento
Quita nuestro cimarrón. 
Letra:  Evaristo Barrios

"Santos Vega: IV. La muerte del payador"

  Don Estanislao del Campo

Bajo el ombú corpulento, de las tórtolas amado,
porque su nido han labrado allí al amparo del viento;
en el amplísimo asiento que la raíz desparrama.
Donde en las siestas la llama de nuestro sol no se allega,
dormido esta Santos Vega, aquel de la larga fama.

En los ramajes vecinos ha colgado, silenciosa,
la guitarra melodiosa de los cantos argentinos.
Al pasar, los campesinos ante Vega, se detienen;
en silencio se conviene no guardarle allí dormido;
y hacen señas no hagan ruido los que están a los que vienen.

El más viejo se adelanta del grupo inmóvil, y llega
a palpar a Santos Vega. moviendo apenas la planta,
Una morocha que encanta por su aire suelto y travieso,
causa eléctrico embeleso porque, gentil y bizarra,
se aproxima a la guitarra y en las cuerdas pone un beso.

Turba entonces el sagrado silencio que a Vega cerca,
un jinete que se acerca a la carrera lanzado;
retumba el desierto hollado por el casco volador;
y aunque el grupo, en su estupor, contenerlo pretendía,
llega, salta, lo desvía y sacude al payador.

Ni bien el rostro sombrío de aquel hombre mudos vieron,
horrorizados sintieron temblar las carnes de frío.
Miro en torno con bravío y desenvuelto ademán,
y dijo: "Entre los que están no tengo ningún amigo,
pero, al fin para testigo, lo mismo es Pedro que Juan".

Alzó Vega la frente, y le contempló un instante,
enseñando en el semblante cierto hastío indiferente.
"Por fin, dijo fríamente el recién llegado, estamos
juntos los dos, y encontramos la ocasión, que éstos provocan,
de saber cómo se chocan las canciones que cantamos".

Así diciendo, enseñó una guitarra en sus manos,
y en los raigones cercanos preludiando se sentó.
Vega entonces sonrió, y al volverse al instrumento,
la morocha hasta su asiento ya su guitarra traía,
con un gesto que decía:"La he besado hace un momento".

Juan Sin Ropa (se llamaba Juan Sin Ropa el forastero)c
omenzó por un ligero dulce acorde que encantaba.
Y con voz que modulaba blandamente los sonidos,
cantos tristes nunca oídos, cantó cielos no escuchados,
que llevaban, derramados,la embriaguez a los sentidos.

Santos Vega oyó suspenso al cantor; y toda inquieta,
sintió su alma de poeta como un aleteo inmenso.
Luego, en un preludio intenso, hirió las cuerdas sonoras,
y cantó de las auroras y las tardes pampeanas,
endechas americanas más dulces que aquellas horas.

Al dar Vega fin al canto, ya una triste noche oscura
desplegaba en la llanura las tinieblas de su manto.
Juan Sin Ropa se alzó en tanto, bajo el árbol se empinó,
un verde gajo tocó, y tembló la muchedumbre,
porque echando roja lumbre,aquel gajo se inflamó.

Chispearon sus miradas, y torciendo el talle esbelto,
fue a sentarse, medio envuelto por las rojas llamaradas.
¡Oh, qué voces levantadas las que entonces se escucharon!
¡Cuántos ecos despertaron en la Pampa misteriosa
a esa música grandiosa que los vientos se llevaron.

Era aquélla esa canción que en el alma sólo vibra,
modulada en cada fibra secreta del corazón;
el orgullo, la ambición, los más íntimos anhelos,
los desmayos y los vuelos del espíritu genial,
que va, en pos del ideal, como el cóndor a los cielos.

Era el grito poderoso del progreso, dado al viento;
el solemne llamamiento al combate más glorioso.
Era, en medio del reposo de la Pampa ayer dormida,
la visión ennoblecida del trabajo, antes no honrado;
la promesa del arado que abre cauces a la vida.

Como en mágico espejismo, al compás de ese concierto,
mil ciudades el desierto levantaba de sí mismo.
Y a la par que en el abismo una edad se desmorona,
al conjuro, en la ancha zona derramábase la Europa.
Que sin duda Juan Sin Ropa era la ciencia en persona.

Oyó Vega embebecido aquel himno prodigioso,
e inclinando el rostro hermoso, dijo:"Sé que me has vencido".
El semblante humedecido por nobles gotas de llanto,
volvió a la joven su encanto, y en los ojos de su amada
clavó una larga mirada, y entonó su postrer canto:

"Adiós luz del alma mía, adiós, flor de mis llanuras,
manantial de las dulzuras que mi espíritu bebía;
adiós, mi única alegría, dulce afán de mi existir;
Santos Vega se va a hundir en lo inmenso de esos llanos...
¡Lo han vencido! ¡Llegó, hermanos,el momento de morir!"

Aún sus lágrimas cayeron en la guitarra, copiosas,
y las cuerdas temblorosas a cada gota gimieron;
pero súbito cundieron del gajo ardiente las llamas,
y trocado entre las ramas en serpiente, Juan Sin Ropa
arrojó de la alta copa brillante lluvia de escamas.

Ni aun cenizas en el suelo de Santos Vega quedaron,
y los años dispersaron los testigos de aquel duelo;
pero un viejo y noble abuelo, así el cuento terminó:
"Y si cantando murió aquel que vivió cantando,
fue, decía suspirando,porque el diablo lo venció". 

Letra: Estanislao del Campo

"MI TAPERA"

 Dr. Elías Regules

Entre los pastos tirada
como una prenda perdida,
en el silencio escondida
como caricia robada,
completamente rodeada
por el cardo y la flechilla
que como larga golilla
van bajando a la ladera,
está una triste tapera
descansando en la cuchilla.

Allí, en ese suelo fue,
donde mi rancho se alzaba,
donde contento jugaba,
donde a vivir empecé,
donde cantando ensillé
mil veces el pingo mío,
en esas horas de frío
en que la mañana llora
cuando se moja la aurora
con el vapor del rocío.

Donde mi vida pasaba
entre goces verdaderos,
donde en los años primeros
satisfecho retozaba,
donde el ombú conversaba
con la calandria cantora,
donde noche seductora
cuidó el sueño de mi cuna
con un beso de la luna
sobre el techo de totora.
Donde resurgen valientes,
mezcladas con los terrones
las rosadas ilusiones
de mis horas inocentes;
donde delirios sonrientes
brotar a millares vi,
donde palpitar sentí,
llenas de afecto profundo,
cosas chicas para el mundo
pero grandes para mí.

Donde el aire perfumado
está de risas escrito
y donde en cada pastito
hay un recuerdo clavado;
tapera que mi pasado,
con colores de amapola
entusiasmada enarbola
y que siempre que la miro
dejo sobre ella un suspiro
para que no esté tan sola.


Letra del Dr. Elías Regules

domingo, 4 de marzo de 2012

"AGUADA CECILIO"



Paraje de mi provincia,
casas al viento y al sol,
blanca como la caliza
llora su pena mayor.

La vieja aguada de Crespo
espera su despertar.
Tardecitas con el viento
que no para de soplar.

La ruta no la divide,
el progreso la llevó.
Todo ha pasado y se fue
como el puma de Amestoy.

Aguada de vieja historia
la calera y su labor;
hoy están solos los rieles
y más sola la estación.

El asfalto trae promesas
para un futuro mejor.
En el cerrito amarillo
su salamanca mayor.

Aguadita de esperanzas,
jarillales bajo el sol.
¡Qué lindo se pone el pago
Cuando es buena la ocasión!


Letra: Jorge A. Castañeda
Valcheta, Río Negro, Patagonia Argentina