viernes, 27 de enero de 2012

“EL PERDÓN”




Son las cinco de la tarde
en un pago de leyenda.
A estas horas el ombú,
se saca el poncho violeta
y lo tiende sobre el suelo
curtido de la tranquera.
No pasa una virazón.
El patio se recalienta
con un brasero e'malvones,
prendido no bien clarea,
adonde las ponedoras
van a pintarse las crestas
y cuasi siempre murmuran
su rosario las abejas.
El rancho es de palo a pique.
Parece que jué carreta;
porque entuavía se ven
entre los yuyos dos ruedas:
una, es la boca del pozo
y la otra, la manguera.
Dicen que todo era dulce:
el agua, el techo y la dueña,
una viejita muy blanca,
que dejó viuda la guerra
con cuatro hijos varones...
y se echó esa cruz a cuestas.
Sus manos son un milagro
de amor; porque sale de ellas,
tierno el pan del amasijo,
tibia la leche que ordeñan,
blanco de espuma el mantel
en el altar de la mesa,
donde esas manos bendicen
la caridá de la cena,
con la hostia de la luna
azulando la cumbrera.
Esas manos día a día,
sacan calor de la rueca,
pa antibiar cuatro pichones
que desplumó la pobreza.
Y esas manos de la madre,
con diez palitos sin juerza,
van haciendo cuatro gauchos
a rigor de potro y sierra.
Si alguna vez se enojaba
con un gurí, siempre ella,
antes de cerrar la noche,
le dió la mano derecha
para que él se la besase
con un: "perdonáme vieja"!
Nunca se pudo dormir
con un hijo en penitencia.
Y esa tarde, el más muchacho,
estando solo con ella,
olvida la ley de Dios,
levanta un puño y golpea
el pecho de aquella madre,
que es una santa de güena.
A'i nomás monta a caballo
dejándola cáida en tierra.
Y a la oración, cuando güelven
los cuatro para la cena,
está el fogón apagao
y hay un frío de tapera...
-¡Mama! - nadie le responde.
Temblando ya, la campean.
Como buscan a la altura
del corazón, no la encuentran;
porque la madre está allí,
pero sobre el piso: muerta.
Los cuatro mozos de luto,
al campo santo la llevan.
Pesaba tan poco en vida...
y aura no pueden con ella!
Doblan por las cuatro puntas
aquél pañuelo de tierra...
cain unas flores de yuyo...
se santiguan ... y la dejan.
Al otro día un vecino,
al pasar por allí cerca,
avisa que a la finada
le quedó una mano ajuera.
¡Cómo ! Se miran los cuatro
y denguno malicea, güelven,
le cubren la mano
y pa mejor protegerla,
rodean la sepultura
con un corralito'e piedra...
Y la misma tarde, un hombre
que cruza con su carreta,
le dice que vió la mano
otra vez a flor de tierra...
Entonces, al más muchacho,
le habló al 'oido la concencia;
porque se puso 'e rodillas
en el corralito 'e piedra,
bajó la frente y llorando,
pa que la madre l'oyera,
como cuando jué gurí,
dijo: "Perdoname vieja!".
Cubrió de besos la mano...
después la cubrió de tierra...
y como salía solo para perdonar la ofensa,
dende la tarde del beso
ya descansó bajo tierra...
Y naides más vio la mano
de la madrecita güena,
que nunca pudo dormir
con un hijo en penitencia.

“VOLVAMOS A SER NOVIOS”




Bueno, no tomo más.
Ta' lindo el mate,
pero estoy desganao esta mañana.
No he podido dormir pensando en algo
que te quiero decir. Escuchá, Juana.
Yo sé que trabajás como una leona
pa' conservar, como tenés, la casa.
Mandando los muchachos a la escuela,
hacer comida, preparar las camas,
y sabiendo que vuelven por la tarde
tenerle sus cositas preparadas.
Lo sé. Pero es que yo también trabajo
pa' que en la casa no nos falte nada,
recorriendo alambrados y potreros,
cuereando cáidos, con calor o heladas,
aguantando corcovos a algún potro,
o sacando un arisco a la pechada.
Después de tarde,
mientras me lavo pa' volver a casa,
te veo aparecer en el arroyo
con tu carita de recién casada,
Y tus ojos... tus ojos profundos,
dentradores, y esa sonrisa...
esa sonrisa que te extraño, Juana.
Y me dejo boyar en los recuerdos,
o me quedo en las cosas de la estancia,
donde todo es amor:
en el carnero que defiende a guampa
el tranquilo pastar de la majada,
el relincho triunfal de los baguales
demostrando coraje a la yeguada,
el toro bravo levantando tierra
ante el asombro de las terneras guachas,
los pájaros que vuelven pa' sus nidos,
los peones que se van pa' la ranchada,
y yo, solo, tropeando en el camino,
soñando con hallarte en la ventana.
Pero llego y te hallo mal vestida,
caminando en chancletas, despeinada,
rezongando por cosas de los chicos,
y ese algo de rencor en la mirada.
Y me voy en silencio a la cocina
a prepararme el mate que cebabas,
pensando: ¡cómo mata la costumbre
el amor que soñaron nuestras almas!
No te entregués ansina, mansamente;
¡Peliá! ¡Si todavía sos una muchacha!
Ayudame a soñar; cinco minutos nada más te pido.
¡Cinco minutos de los de antes, Juana!
 Volvamos a ser novios nuevamente,
esperame otra vez en la ventana.
Comentan los paisanos en el pago
que al pasar por el rancho de la Juana
se ve una moza con el mate listo,
esperando a su amor en la ventana.

Letra: Goyo Godoy

“PAYASO”




Don Luis Landriscina

Por agredirme dijeron,
que parecía un payaso...
Y tuve pena de aquél
que queriéndome ofender,
me estaba haciendo un halago.

¿Sabrán todos los mortales
la grandeza de un payaso?
¿Podrán entender algunos,
que siendo parte del mundo
que vive exhibiéndose,
el tenga el rostro pintado?

¿Podrá valorar la gente,
que por buscar la sonrisa
su oficio siempre le obligue
a ser él abofeteado?

Porque yo sé que ese rostro
de color exagerado
está escondiendo otro rostro
donde habita la ternura
del que esta acunando a un niño
o esta abrazando a un hermano.

Y sin embargo la gente
si se propone ofender
suele decir a menudo
"no te pongas en payaso".

¿Se han puesto a pensar algunos,
que cuando sale a la arena
haciendo mil morisquetas
por intentar carcajadas,
él quizás esté llorando?

¿Qué detrás del cascaron
con que se viste su oficio
se gesta de a trancos largos
la vida de un ser humano?

Por todos los que no entienden
el amor que regalás
en cada función, hermano,
te pido perdón, payaso,
y quiero que le permitas
al niño lleno de asombro
que fui en el cuarenta y tantos
decirte gracias por todo
con una flor y un abrazo,
y confesarte también
que te envidio la humildad
de que aceptes resignado
que la gloria que tú ganas
se deposite en la cuenta
de un rostro siempre tapado,
porque no sé si sabrás
que a mí me faltó grandeza
para intentar tu aventura
de ser un desconocido.
Tal vez me faltó talento
o me sobró vanidad,
no se lo que me pasó,
pero en la flor que hoy te alcanzo
hay una esquela invisible
con un secreto guardado,
y es un sueño de aquel niño
que fui en el cuarenta y tantos
y ese sueño que no ha muerto,
y me acompaña cansado,
lo revelo en tu homenaje:
yo... quería ser payaso.

Letra: Luis Landriscina

jueves, 5 de enero de 2012

LA TROPILLA DEL ABUELO

Payador Martín Castro
Tiene el Viejo Tata Abuelo
Una lindaza tropilla,
Pero entre todos no ensilla
Dos pingos del mismo pelo;
Atraviesa pampa y cielo
El paisano singular:
Tuitos oyeron sonar
El tintín de su cencerro:
Por el llano, por el cerro
Desde los Andes al mar.

Tiene un zaino malacara
Un flete como pintao,
Es un redomón calzao
Con una paleta clara;
No sé con qué tinta rara
Lo bautizó la natura:
Bella y fogosa pintura
Engarzada en cada pelo,
Cruzando el azul del cielo
Y el verde de la llanura.

Un alazán testerilla
Potrillo de linda laya,
Que muestra una lista baya
Del encuentro a la rodilla;
Del borde de la barbilla
Surgen dos listas gatiadas:
Que suben por las quijadas
Hasta llegar al frontal,
Jugueteando entre el bozal
Y las virolas plateadas.

Cuenta con un doradillo
Que recién lo ha amadrinao,
Hace poco que ha empezao
A despuntar el colmillo;
Da gusto verle al potrillo
Los pechos como gragueaos:
Le asoman entrelazaos
Del cuadril a los garrones,
Lo mesmo que patacones
Unos anillos rosaos.

Suma este gaucho nativo
Un lindo flete gatiao,
Que tiene un cuadril nevao
Del costado del estribo;
Sobre él, con gesto altivo
Del Don Quijote rural:
Galopa sobre el erial
Entre las fibras agrestes,
Y las miradas celestes
Del florecido cardal.

Un yaguané color ruano
Que tiene una lista blanca,
Desde la cruz hasta el anca
Como dibujada a mano;
El misterio soberano
Que le da vida a las cosas:
Pintura a las mariposas
Al ave, al tigre, al pimpollo,
Le dio al caballito criollo
Más colores que a las rosas.

A más, tiene este paisano
Un tostado parejito,
Es un redomón nuevito
Que hasta hoy lo tiene orejano;
Cuando cruza por el llano
Con el sol medio inclinao:
Forma el reflejo dorao
Una simbólica estampa,
El cielo azul y la pampa
Y el brioso flete tostao.

Un obscuro, prenda cara
Con una estrella en la frente,
Que al mirarlo de repente
Parece ser que alumbrara;
Pues por esa seña rara
Comenta el paisano arriero:
Es al que lo ve primero
Al redor de la madrina,
Porque en la estrella ilumina
El reflejo del lucero.

Un tordillo lunarejo
Que ostenta en los costillares,
Unos vistosos lunares
Dorados como oro viejo;
Con un manchón azulejo
Sobre del cuadril del lazo:
Y de retazo en retazo
Como locas pinceladas,
Bajan dos listas tiznadas
Que se pierden en el vaso.

El que es una galanura
Es el rosillo bragao,
Lo mejor que ha galopiao
Bajo el sol de la llanura;
Ornan la briosa figura
Del lindo flete rosillo:
Desde el pescuezo al codillo
Un manchón bayo totora,
Jugando con la crin mora
Desde la cruz al flequillo.

Del pangaré rabicano
Daré las señas más finas,
Tiene las patas barcinas
Y salpicada una mano;
Con éste dice el paisano
Cuántas leguas galopié:
Y más de una vez crucé
La pampa de orilla a orilla,
Es toda una maravilla
El potrillo pangaré.

Cuando andan por ahí pastiando
Los llama con un silbido,
Y obedeciendo al sonido
Todos se acercan trotiando;
Se oye un cencerro que andando
Lanza tañidos al vuelo:
Es que bajo el Patrio suelo
Cruzando entre cardo y puna,
Va la madrina cebruna
De la tropilla de Abuelo.

Letra: MARTÍN CASTRO